Por otro lado, si algo no hace el actual gobierno es apurarse respecto de sus obligaciones con el Fondo: hace dos años que promete un acuerdo y no ha avanzado un centímetro.
En febrero, Martín Guzmán dijo por enésima vez que las posiciones estaban cerca, pero tampoco se llegó a nada, porque había elecciones y Cristina Kirchner vetó cualquier ajuste. Ni aumento de tarifas, ni reducción del gasto, ni ninguna medida lógica para frenar la inflación.
Suele decirse que el Gobierno marcha a la deriva, sin rumbo, pero no es así: simplemente está paralizado. Para seguir con la metáfora náutica, el Gobierno del presidente Fernández nunca salió de la amarra y como asegura un viejo dicho marinero: los hombres y los barcos se pudren en el puerto.
El peronismo hace dos años que entró a la Casa Rosada y no tienen plan económico, ni programa de estabilización porque se niega a reducir el déficit fiscal y a ordenar las variables macro fuera de control. En ese lapso el deterioro del país y de la sociedad fue fenomenal y lo llevó a perder las elecciones por amplio margen, pero sigue inmóvil.
Mientras incluye en su discurso cualquier asunto que se le ocurre, aunque esté a kilómetros de la realidad -su hipotética reelección con una imagen negativa del 70%, el traslado de la capital, etcétera- manda al Congreso un presupuesto del que los principales supuestos son incumplibles y cuando se lo rechazan el presidente de su bloque de diputados, Máximo Kirchner, acusa de "cobardes" a los opositores.
Cabría recordar que el presupuesto 2020, enviado por Mauricio Macri y aprobado por el Congreso en 2019, fue retirado por Fernández que ante la Asamblea Legislativa dijo: "He decidido que no le daremos tratamiento parlamentario al Presupuesto Nacional proyectado por el Gobierno saliente para el ejercicio 2020. Sus números no reflejan ni la realidad de la economía ni las realidades sociales ni los compromisos de deuda que realmente se han asumido".
El problema no es la falta de presupuesto, sino la falta de decisión para hacer el ajuste, lo que ha convertido la política económica en una comedia de enredos. La vice le advirtió al Presidente que no tolerará una receta ortodoxa y promovió un proyecto que lo obliga a someter cualquier acuerdo con el FMI al Congreso por ley especial y no dentro del presupuesto como se hizo con anterioridad. Busca exponerlo y que asuma el costo, pero Fernández se niega, demora cualquier decisión y toma medidas que son simples parches -cepos, precios máximos, etcétera- mientras la situación general se deteriora. Ese es el precio del inmovilismo. Sus consecuencias son una fragilidad política creciente que en algún momento afectará la gobernabilidad.
Sergio Crivelli
Twitter: @CrivelliSergio