En el marco de una crisis irreversible, un tribunal federal condenó a la vicepresidenta a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos por estafar al Estado.
Después de la inevitable catilinaria contra jueces, medios y oposición, la vice respondió con el anuncio de que no será candidata el año próximo. La volatilidad de la tradicionalmente compleja interna peronista quedó garantizada. Ella es la que tiene votos y liderazgo, pero no encabezará ninguna boleta. Una decisión sorpresiva que estimulará el aventurerismo interno.
Hay, sin embargo, varios hechos que explican lo sucedido. Primero, su renuncia fue retórica: se niega a ser candidata al único cargo que importa, la Presidencia de la Nación, porque su fracaso está asegurado. Tampoco resulta viable su candidatura a vice con un testaferro al tope de la boleta, experiencia que la puso en su actual situación.
Segundo, el hecho de que se prive voluntariamente de un cargo de poder real afectará su liderazgo. No podrá ejercer su poder desde El Calafate como Perón desde Puerta de Hierro. La idea de la “proscripción” que promueven sus adictos hace juego con la de un liderazgo a distancia, pero es inviable.
Tercero, la renuncia a competir es la admisión tácita de que se ve venir una derrota, porque en política nadie renuncia al éxito. Por eso toma distancia de esa fatalidad con idéntica actitud a la asumida cuando abandonó a Alberto Fernández, en medio de su clamoroso fracaso. Pero con su “renunciamiento” deja también a la intemperie a sus fieles que no tienen ni un voto propio, porque se trata de grupos -como la Cámpora- o individuos alimentados con fondos estatales.
Esa prescindencia alentará cualquier aventura interna y es consecuencia de que el kirchnerismo ha sido como todo ensayo caudillesco un proyecto personal. En este caso bipersonal, hasta la muerte de Néstor.
En Ensenada, poco después de su condena, Cristina Kirchner arengó a sus seguidores a trabajar. El subtexto era: arréglense solos. Les aplicó la misma medicina que a los “funcionarios” de Alberto Fernández que no “funcionaban”. Descargó las culpas en la tropa, pero ¿qué pueden hacer los “apparatchik K” si en su totalidad son simples mandaderos?
Menos lineal es, en cambio, el efecto del “renunciamiento” sobre los otros dos miembros del triunvirato gobernante. En el caso de Sergio Massa está en juego la supervivencia del plan “aguantemos”. La vice continúa teniendo la misma preocupación que cuando lo convocó: que no estalle una hiperinflación. Para eso es imprescindible evitar declaraciones incendiarias y conflictos institucionales.
Sin embargo, Massa, aun con su bajo perfil actual, pretende aparecer como el candidato del futuro, es decir de superación del “modelo” Kicillof que llevó a la economía al estado catastrófico actual. Y Kicillof es Cristina Kirchner.
En general, todo lo que sea bueno para Massa será malo para la vice que distingue perfectamente a sus enemigos, aunque les haya dado un lugar de poder a su lado de manera temporaria. Pero se metió por necesidad en una trampa. En una situación sin salida: dar poder a Massa para que la economía no estalle es dar poder a su más peligroso rival.
Por otra parte, al anunciar que no será candidata mató el futuro, principal insumo de los políticos. Sin futuro no se puede hacer promesas. Sin expectativa de poder no se puede “hacer” política, porque no hay nada para repartir.
Massa sabe que en cuanto Cristina Kirchner lo vea como una amenaza se lo hará saber públicamente. Por eso sus repetidas aclaraciones de que no será candidato.
Sin embargo, la prudencia ajena nunca sirvió para mitigar la furia de la vice. El ministro está hoy a cargo de la gestión; apenas muestre que quiere disputar el poder, el conflicto resultará inevitable a menos de que pacten una transición de mutua conveniencia: el okey a la candidatura del tigrense a cambio de una vuelta al llano sin riesgos judiciales y el reciclaje a mediano plazo para la vice.
Menos relevante parece el efecto del “renunciamiento” sobre el presidente por dos razones: una, que la gestión en piloto automático no se ve afectada. Dos, porque Alberto Fernández es menos viable electoralmente que la vice. Es una absoluta nulidad.
¿Cómo impactan la condena y el “renunciamiento” en el escenario general de las presidenciales? Ahora prácticamente todo depende de cómo se maneje la oposición. Hasta el momento Juntos por el Cambio se mantuvo en silencio. La idea, es que el peronismo se siga incendiando solo. Pero tiene que ordenarse a partir de un liderazgo que está disputado. Hay una oportunidad al alcance de la mano; lo que sigue lejano es el entendimiento entre Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta que la transforme en un hecho consumado: la vuelta a la Rosada.
Sergio Crivelli
Twitter:@CrivelliSergio