Lunes, 19 Diciembre 2022 10:41

Un presidente debilitado por el fracaso y políticamente aislado - Por Sergio Crivelli

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Al acto por sus tres años en el poder no concurrieron ni la vice, ni Sergio Massa. La gestión continúa por inercia, sin respuesta para la crisis. Se afianza el gobierno de los jueces 

Al cumplirse el tercer aniversario de su mandato Alberto Fernández armó un acto de autocelebración que salió mal como casi todo lo que emprendió en ese plazo. Lo mostró aislado políticamente, ajeno a la realidad y con un futuro político nulo. 

La jugada no podía haberlo mostrado más débil. Concurrieron un solo gobernador y pocos gremialistas e intendentes. Faltaron su ministro del Interior y de Economía y su mayor soporte y experta “tuitera”, Cristina Kirchner, no adhirió al festejo. Debió subir al palco a ciudadanos anónimos para disimular su pobre capacidad de convocatoria. Las sillas vacías en la plaza Colón hicieron aún más patético el espectáculo de la anemia del poder presidencial.

En suma, cuando todavía le resta un año de mandato, su gobierno se afantasma aceleradamente por la mala gestión y la nula chance de continuidad. Esta situación no podía dejar de tener consecuencias inmediatas. A falta de un candidato con el presupuesto nacional a disposición para hacer campaña se activó prematuramente la interna oficialista mientras que, la oposición bajaba el perfil para no interferir en el proceso autodestructivo del oficialismo.

Las distintas respuestas de Cristina Kirchner y de Sergio Massa al acto del presidente marcaron, además, las dos estrategias de supervivencia disponibles en el Frente de Todos. Massa no fue al acto para no exhibirse en público junto a Fernández, pero lo visitó apenas se apagaron las cámaras de televisión. Apuesta a evitar la hiperinflación y rescatar lo que pueda del naufragio para convertirse en el candidato del peronismo. No pretende presentarse como un oficialista/opositor al estilo surrealista del camporismo, sino como un candidato “moderado” al estilo de aquel Alberto Fernández que Cristina Kirchner promovió en 2019, pero, claro está, menos inepto. El viejo camino del medio con una fina capa de nuevo asfalto electoral.

La vicepresidenta, en cambio, optó por la ruptura abierta por un doble motivo. Es la principal responsable del desaguisado en curso y a su estilo de liderazgo no le cabe ninguna de las variantes de la conciliación o el apaciguamiento. Por eso rompió con Fernández y puede hacerlo con el resto del FdT para armar una aventura electoral por su cuenta. Todavía no lo definió porque no lo sabe. Su demasiado precoz rechazo a cualquier candidatura sumió no sólo al peronismo en la perplejidad; parece que a ella también. Corren los nombres de presuntos beneficiarios de su “dedo” (de Pedro, Kicillof) y hasta se baraja que podría alentar unas PASO. La desorientación es completa, pero todo resulta posible en el universo K en medio de la crisis sin respuesta y la confusión generada por su “renunciamiento”. La imprevisión y las marchas y contramarchas son las características más salientes del kirchnerismo desde 2019.

Entretanto, el resto del peronismo tiene por ahora iniciativa nula. Hubo una reunión de gobernadores en el CFI en el que solo se oyeron lamentos y una reunión de intendentes de la provincia de Buenos Aires para presionar a Kicillof. Nada nuevo. La dirigencia peronista no ha generado un liderazgo para enfrentar a la vice y la crisis le ha quitado toda credibilidad.

Con el Poder Ejecutivo en manos de un presidente debilitado y un Legislativo semiparalizado por las disputas de facciones, resulta cada vez más ostensible el avance del Judicial con fallos contra la corrupción de matriz política y el uso arbitrario del poder. La protagonista de este fenómeno es la Corte Suprema, cuyo presidente, Horacio Rosatti, llamó el jueves a tener un Poder Judicial y una Suprema Corte “fuertes”, vale decir, independiente de los gobernantes de turno.

La seguidilla de fallos contra la vicepresidenta y sus seguidores ha sido una señal de pérdida de poder abrumadora. En los últimos días la Corte no sólo dejó firme la condena a prisión por asociación ilícita contra la ultra “K” Milagro Sala, sino que ordenó la asunción de los cuatro representantes de la Cámara de Diputados en el Consejo de la Magistratura que la presidenta del cuerpo, Cecilia Moreau, había bloqueado en espejo con la situación del Senado.

Cristina Kirchner está empezando a perder una a una todas las pulseadas que emprende contra la Justicia, síntoma elocuente de su incierto futuro electoral. Los embates de sus bloques en el Congreso fracasan porque ya no significan una amenaza real para jueces y fiscales. Sólo puede boicotear el funcionamiento del Consejo de la Magistratura, no manejarlo.

Este es el escenario que emergerá con toda nitidez apenas se agote la ilusión del fútbol. También el del declive prematuro del gobierno de Alberto Fernández, que inevitablemente impactará sobre el liderazgo de quien lo llevó al poder, aunque no concurra al festejo de los aniversarios.

Sergio Crivelli 
Twitter: @CrivelliSergio

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