Miércoles, 21 Diciembre 2022 08:24

Gente en la calle - Por Sergio Crivelli

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Millones de personas se movilizaron espontáneamente por un triunfo deportivo. Una muchedumbre jamás vista sin ningún partido político que la liderase, sin guía ni control, tomó calles, avenidas y autopistas en un intento caótico por ver a la selección. Varios datos significativos de un fenómeno extraordinario. 

Uno, la inmensa mayoría no necesitó micros contratados por jefes piqueteros, intendentes o gobiernos que suelen armar con fondos públicos parodias de gestas supuestamente populares. 

Dos. La gente que se apropió del espacio público desierto de autoridad fue, en cambio, la expresión de un genuino desahogo colectivo, de una revancha por los incontables padecimientos económicos y sociales.

Tres. No la guió ninguna ideología. Fue un desquite ante los repetidos fracasos y la inagotable torpeza de los dirigentes que dejó en evidencia la improvisación anárquica del festejo.

Cuatro. Esa negligencia pudo haber terminado en disturbios, pero no ocurrieron en el momento de mayor concurrencia, por la ausencia de activistas y grupos de choque. Ayer no hubo barras. Nadie los convocó. No hacía falta el entusiasmo profesional.

No hay registro de una movilización popular tan masiva. Ni por motivos religiosos, como las dos visitas papales del 82 y del 87, ni políticos como los dos mitos peronistas, el 17 de octubre de 1945 y el retorno de Juan Perón en 1973, frustrado este último por los tiroteos entre bandas armadas.

Tampoco tuvieron tanto poder de convocatoria la recuperación de Malvinas, ni los actos de cierre del PJ y la UCR en la campaña del 83, ni la marcha por el asesinato de Axel Blumberg, como lo tuvo un equipo de fútbol que le dio un motivo de festejo a sus compatriotas en medio de una crisis sin salida. En lugar de apedrear el Congreso o la Casa Rosada a los manifestantes les dio por saltar, cantar y aplaudir. No pidieron que se vayan todos los políticos, porque ya no esperan nada de ellos.

Hay sin embargo dirigentes que siguen sin admitir el nivel de rechazo que provocan. Hubo un patético intento del gobierno de capitalizar en propio beneficio, aunque fuera un mínimo del fervor callejero.

Alberto Fernández decretó un feriado que recibió críticas comprensibles y que el historiador italiano Loris Zanatta calificó de "bananero". También presionó para que los jugadores salieran al balcón de la Casa Rosada como en el 86. Una vez más, fracasó.

Los jugadores se mantuvieron alejados de quienes intentaron aprovecharse torpemente de su popularidad. El capitán del equipo gambeteó al ministro de Interior, Eduardo de Pedro, que fue a Ezeiza a "robar" una foto con él. Una maniobra penosa.

Finalmente los jugadores sólo pudieron hacer parte del recorrido planeado en ómnibus y debieron completarlo en helicóptero. Otra prueba, por si hacía falta, de la incapacidad de la actual dirigencia que no puede hacer que nada funcione; ni el funeral de Maradona, ni el paseo triunfal del campeón mundial. ¿Cómo creer que puede hacer funcionar un país?

Sergio Crivelli 
Twitter: @CrivelliSergio

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