El último disparador del conflicto fue el protagonismo de Fernández en la CELAC. Su sintonía con Lula y la marginación de la vice a la que el brasileño no quiso ver lo envalentonaron. Su blanco fue un quintacolumnista que tiene en el gabinete, `Wado' de Pedro, que atacó a Fernández por haberlo dejado fuera de un encuentro con organismos de derechos humanos del que también participó Lula.
Primero chicaneó al presidente `off the record', pero al final `reculó'. Otro de la agrupación `avance y recule' diría la vice. Sólo que en este caso fue un `reculador' propio que no quería quedar fuera del Ministerio del Interior en plena temporada alta de la caza de votos.
El problema de la vice es que Fernández ya no responde a `sus mandos naturales'. Es el típico caso de la criatura que se escapó del control del creador. La literatura y la política abundan en ejemplos de este fenómeno. Lo excepcional es que ya nadie esperaba esa conducta del presidente después de tres años de ser tratado con desdén, aunque parece que nunca le gritaron.
La pelea en el oficialismo es particularísima por dos circunstancias. Una, que la que en teoría tiene el poder político es la vice, mientras que el Presidente tiene un enorme poder formal en sus manos, poder que esta vez amaga con usar porque está cada vez más cerca de perderlo.
La otra circunstancia es que el forcejeo se produce en el marco de una crisis económica terminal. Esto hace que ninguno de los dos tenga posibilidad alguna de retener el poder presidencial. Son candidatos inviables; luchan por no desaparecer del escenario.
Hay, además, actores secundarios que desde la platea observan impotentes el enfrentamiento que los afecta en forma directa. Son los gobernadores, intendentes y piqueteros cuya suerte está ligada al desempeño electoral del peronismo. Son la estructura, la tropa que necesita una conducción estratégica que ve cómo en el puente de mando hay una batalla que se libra alegremente por los medios, mientras el barco que los transporta va a la deriva.
Sin embargo, poco pueden hacer porque son personajes de reparto como Schiaretti y Perotti, que quieren abrirse de una inevitable derrota kirchnerista, o como Insaurralde que todavía espera que Cristina Kirchner lo deje competir con Kicillof.
Todo esto ha dado lugar a un minué absurdo de dirigentes peronistas que hace apenas cuatro años acataban sumisamente la voluntad de la vicepresidenta. Un minué que, además, alimenta a la oposición más dura. La muestra fue el comunicado de Juntos por el Cambio alertando sobre la catastrófica situación económica que está convencido que heredará. Un panorama, en resumen, de confrontación e incertidumbre.
Sergio Crivelli
Twitter: @CrivelliSergio