Sergio Massa llegó al Ministerio de Economía hace seis meses como el último recurso para evitar una debacle inflacionaria, pero ya queda poco de aquella esperanza. No sólo porque el índice de enero viene mal, sino por la actitud de resignación del funcionario.
Hace 48 horas reunió a las corporaciones empresaria y sindical en el CCK para anunciar que los precios cuidados aumentarán “sólo” el 3,2% mensual, con lo que es fácil imaginar lo que lo harán los descuidados. Su última cerebración para bajar una inflación del 100% anual consistió en controlar las cuotas de los colegios.
El anuncio de Massa –con todo el aspecto de un acto de campaña-- recibió de los sindicalistas como respuesta que no resignarán las paritarias libres, es decir que no dejarán de generar indirectamente más presión sobre el costo de vida. Pero la confesión más desoladora del fracaso del gobierno y de sus socios corporativos estuvo a cargo del representante de la UIA que admitió: “Lo que nos une es el deseo de bajar la inflación; hace 10 años que estamos con acuerdos de precios”. En otras palabras, está probado que los controles no sirven, pero seguiremos insistiendo.
Los números macro están en contra del oficialismo. En los años impares suele aumentar la actividad económica por efectos de la campaña electoral, pero en este parece difícil que suceda. La Afip informó que la recaudación interanual está por debajo de la inflación, un claro signo recesivo. Con pérdida de reservas, retenciones a la baja por la sequía y el Central endeudándose cada vez más, la posibilidad de revertir la tendencia es remota.
A pesar de este panorama adverso, o tal vez por eso, el oficialismo se dedica “full time” a los tironeos por candidaturas. Los protagonistas del duelo son el presidente y la vice con Massa a la expectativa para ver si la economía no explota y él puede colar.
En 2019 Cristina Kirchner armó la fórmula peronista con solo un “tweet”, pero el desastre inapelable de los últimos tres años ha sumido al oficialismo en estado deliberativo, por lo que aquella experiencia es difícil de repetir.
El principal “rebelde” a las órdenes de la vice es Alberto Fernández que agita la fantasía de competir por la reelección en las PASO. Tiene posibilidades nulas de ganar una elección interna o externa, pero admitir ese hecho anticipadamente lo vaciaría de poder y convertiría en un calvario el último tramo de su mandato.
Las PASO para Fernández son su fulcro, es decir, el punto de apoyo de la palanca. Lo que le permite presionar con éxito al kirchnerismo cada vez más impaciente por la falta de definición.
Las aspiraciones reeleccionistas del presidente son en realidad algo así como la “proscripción” de la vice, una figura retórica para uso periodístico. Todas las encuestas coinciden en que ninguno de los dos tiene chances reales de volver a la Casa Rosada.
Factor decisivo de la presente anarquía en el Frente de Todos fue el aviso de Cristina Kirchner de que no sería candidata. Dejó un espacio vacío que quieren llenar Fernández, Massa, Manzur, Scioli y siguen las firmas.
Esto puso en pie de guerra a camporistas y piqueteros cuyo único activo político es ella. Pretenden preservar como sea la “caja” fenomenal que representa la provincia de Buenos Aires a la espera de que la crisis que dejan arrase con un eventual gobierno opositor. Por eso nadie se preocupa por resolverla, sólo por congelarla hasta el 10 de diciembre.
Pero el principal obstáculo es el presidente que pretende tener injerencia en el armado de las listas que antes confeccionaba discrecionalmente la vice en el Senado y por eso se reunieron el miércoles los intendentes del conurbano con la cúpula de la Cámpora para darle un ultimátum: quieren que convoque una insólita mesa de “diálogo” intraoficialista. El presidente contestó vagamente que sí, pero sin fecha de ejecución, a pesar de que para las PASO no falta tanto.
Lo que Fernández teme es que una vez que admita públicamente que se va en diciembre el kirchnerismo lo use de chivo expiatorio del fracaso del gobierno. Teme que hagan la campaña sobre su cuero, algo que ya anticipó Máximo Kirchner al abandonar la presidencia del bloque oficialista de la Cámara de Diputados y votar en contra el acuerdo con el FMI.
En suma, el Frente de Todos pasa por una etapa de frente de todos contra todos que se exacerba a medida que avanza la campaña electoral. Esto es producto no sólo de los malos resultados económicos, sino de la falta de liderazgo. Un partido acostumbrado a las candidaturas únicas y que solo una vez en su historia fue a una interna presidencial no tiene ni la mentalidad, ni la gimnasia, ni la dirigencia para repetir aquella experiencia.
Sergio Crivelli
Twitter: @CrivelliSergio