Viernes, 30 Junio 2023 11:49

Sólo queda en pie una primaria competitiva - Por Jorge Raventos

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El cierre de listas de 2023 superó (y desmintió) expectativas. Entre el jueves 22 y el viernes 23 el oficialismo archivó dos candidaturas presidenciales anunciadas públicamente y con ellas la perspectiva de una auténtica competencia interna en las PASO. En cambio, dio a luz una fórmula única que colocó a la cabeza de la boleta al ministro de Economía, Sergio Massa, quien deberá afrontar al menos una etapa de la campaña sin desprenderse de su sensible cargo actual.

NI FERNANDEZ, NI CRISTINA 

La movida desarticuló jugadas que, desde rincones opuestos del ring, habían urdido Cristina Kirchner y Alberto Fernández. Ella había pedido que la candidatura proyectara a un “hijo de la generación diezmada”, y había indicado sin otros detalles a Eduardo Wado De Pedro, fundador de la organización Hijos y uno de los pocos que acompañan a Máximo Kirchner en el vértice de La Cámpora. Fernández, por su parte, había convertido la realización de unas PASO competitivas en el oficialismo en una bandera de principios. Por el hueco que ayudó a generar esa excepcional intransigencia presidencial penetró la precandidatura de Daniel Scioli, que insistió en su voluntad de participar en la interna.

Desde las provincias (y, a través de ellas, de los municipios y el movimiento obrero) surgió un doble rechazo: a la competencia interna (que los gobernadores consideraron imprudente e inoportuna en las actuales circunstancias) y a la candidatura de De Pedro, que ni siquiera consiguió mantenerse en pie apuntalada por la posibilidad de que Juan Manzur, con los laureles del triunfo electoral en Tucumán, lo acompañara como vice.

Los gobernadores (y los otros factores de poder peronistas) consideraron que la fórmula de De Pedro era la antesala de una derrota bochornosa, reclamaron una fórmula de unidad que tuviera potencia. Y propusieron a Sergio Massa.

Se lo manifestaron a Fernández y éste, rápidamente (olvidando el reclamo de competencia y sus compromisos con Scioli) compró la idea. “Ustedes propongan a Sergio, yo pongo al vice y tres candidatos a diputados en posiciones expectantes”, les contra ofertó, comprometiéndose a pedirle a Scioli que bajara su postulación. Los gobernadores le comunicaron luego su doble rechazo a la señora de Kirchner, que también terminó aceptando. Así, Massa no llegó a la candidatura por elección de la vicepresidenta, sino por presión de los gobernadores convertidos en voz del peronismo profundo. Una voz que demuestra más alcance que la de la jefa del kirchnerismo, que debió sacrificar al candidato que prefería.

EL DIA DE LA LEALTAD

Los mandatarios del interior tuvieron el gesto político de no presentar el cambio como una imposición, sino como una propuesta que la señora no estuvo en condiciones de rechazar y que, por consiguiente, bendijo y escrituró. Massa, a quien se le había ofrecido el premio consuelo de una senaduría (que no aceptó), se quedó con la candidatura presidencial y dejó la senaduría para que el kirchnerismo premie con ella la fidelidad de Wado de Pedro.

Que los gobernadores hayan exhibido su fuerza discreta y desbaratan así las jugadas del Presidente y de la vice tal vez salvó a De Pedro de una eventual derrota ante Scioli, quien en muchas encuestas aparecía a la par de él o incluso superándolo.

La señora de Kirchner reveló que "algunos me sugerían que le hablara a Daniel Scioli pero – sostuvo- ni con una 45 en la cabeza me hacían hablarle a nadie para subirlo o bajarlo, yo respeto las decisiones de cada persona. Es la responsabilidad de cada militante y dirigente". La frase tiene su miga: aunque sólo menciona a Scioli, al decir lo de “hablarle a nadie para subirlo o bajarlo” probablemente se estaba refiriendo a que tampoco quiso presionar a Axel Kicillof para (“subirlo”) que fuera candidato a presidente, como le pedía, entre otros, su hijo Máximo.

De bajarlo a Scioli se encargó Alberto Fernández. La gestión la describió la señora de Kirchner: “la cuestión se zanjó luego de darle (a Fernández) dos puestos de diputados, uno a la que competía con Axel (Kicillof) y otra para el ahora Canciller (Santiago Cafiero)".

La designación de Agustín Rossi como candidato a vice de Massa, más que una selección de Fernández fue una movida de Máximo Kirchner, un intento de contener a sectores de la izquierda K a los que les resulta extremadamente trabajoso digerir la candidatura de Massa, a quien razonablemente identifican con el motor de los acuerdos con el FMI. Rossi, de origen en el Frente Grande de Chacho Álvarez y kirchnerista de la primera hora, puede ayudar a que apuren el trago y voten disciplinadamente.

Algunos de esos sectores, de todos modos, ya adelantan que no lo harán: por ejemplo el grupo que comanda el ex vicepresidente Amado Boudou (otra selección de la escudería CFK) y el que lidera el economista Claudio Lozano, ligado a la CTA, uno de los partidos que integran la oficialista Unión por la Patria (UP). Lozano declaró que “este cambio violenta todas las convicciones de la gran mayoría de los que acompañábamos la esperanza de Unión por la Patria (…) Unión por la Patria desapareció. No vamos a seguir en estos términos”.

Juan Grabois, que ya había adelantado en su momento que no militaría por la candidatura de Massa, consiguió colarse en la interna de Unión por la Patria, pues se le facilitaron los avales que se le habían retaceado a Scioli y se le permite completar la boleta con los candidatos a cargos no ejecutivos de la boleta principal (la de Massa). Grabois contribuye de ese modo a mantener dentro del caudal general de UP a un porcentaje de votantes disconformes que podría desviarse hacia la izquierda trotskista o expresar su disgusto por la vía de la abstención o el voto en blanco.

La vicepresidenta, cuyo poder menguante la forzó en 2019 a abstenerse de una candidatura propia pero le permitía aún elegir un candidato de reemplazo (y así impuso vía tweet el nombre de Alberto Fernández), cuatro años más tarde ya no está en condiciones repetir esa operación y debe replegar al candidato que había señalado. El kirchnerismo se ha encogido significativamente como fuerza nacional y busca concentrarse en su bastión del conurbano bonaerense, desde donde imagina resistir el reflujo de su hegemonía y articular los remanentes de su poder pasado que sobrevivan en el Congreso o en algunas provincias.

La señora de Kirchner se prepara para esa resistencia, deja en claro para sus seguidores que su candidato no era Massa sino De Pedro, y se dispone a adoptar una posición de apoyo crítico en el caso –para ella sumamente improbable- de que la fórmula de UP alcanzara el triunfo en el ballotage de noviembre. 

LOS ABANDERADOS DEL CAMBIO

En Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich fue la primera en destapar a su compañero de fórmula, el mendocino Luis Petri, un superduro admirador del salvadoreño Bukele que acompaña y a menudo supera la actitud combativa de ella.

Horacio Rodríguez Larreta anunció que Miguel Pichetto será primer candidato a diputado por la provincia de Buenos Aires y, de ganar la interna y la general, le ha prometido la presidencia de la Cámara de Diputados. Pichetto es un hábil y experimentado tejedor parlamentario y, en tal caso, se convertiría en un artífice central de la política de acuerdos que el jefe porteño tiene como eje.

Larreta prolongó más de lo esperado el relativo secreto sobre su acompañante para confirmar finalmente lo que todo el mundo descontaba: se trataba de Gerardo Morales. Probablemente quiso abrir un paréntesis para el anuncio hasta que Morales contuviera una situación jujeña que se desordenó en parte por cierta torpeza del gobernador. Entretanto, Facundo Manes declinó su precandidatura presidencial por el radicalismo. Así como Scioli no pidió nada a cambio de su renuncia a competir en la interna de la UP, Manes tampoco aceptó el premio de ninguna candidatura por dejar a su partido liberado de una primaria propia, cuando la mayoría de sus cuadros dirigentes consideró más práctico acompañar la lucha de facciones del PRO.

El domingo 24, en tanto, se dirimió la elección cordobesa, prólogo de una ofensiva de Juan Schiaretti en el plano nacional. Por fallas técnicas, el escrutinio sólo llegó a contabilizar esa jornada el 95 por ciento de los votos emitidos. A esa altura, en la puja por la gobernación Martín Llaryora superaba a Luis Juez por un 3 por ciento de los sufragios (unos 60.000 votos). En cambio, en la elección de legisladores, “Juntos por el Cambio” superaba hasta allí a “Hacemos por Córdoba” por 5946 votos. En el primer caso, la diferencia resultaba irremontable para Juez. En el caso de las legislativas, Hacemos podía alentar esperanzas.

Esos resultados, que debían corroborarse en el escrutinio definitivo, mostraban que en la provincia se produjo un corte significativo de boleta en perjuicio de Juez, quien se declaró “desilusionado”. Más que eso, el candidato de Juntos por el Cambio adoptó una respuesta agresiva, negándose a reconocer la victoria de su contrincante atrincherado en una prosa virulenta con la que calificó de “bandidos” a los peronistas de Schiaretti y Llaryora y los acusó de haber repartido “colchones, frazadas, subsidios, plata. A los discapacitados, un bono de 160 mil pesos y droga, droga, droga". Además destrató a la justicia electoral de la provincia.

Esos comentarios virulentos y no documentados del candidato a gobernador no fueron bien acogidos por sus aliados, especialmente por el radicalismo, cuyo dirigente estrella, Rodrigo De Loredo debe librar en julio la batalla electoral por Córdoba Capital.

En octubre de 2022, Luis Inacio Lula Da Silva venció en segunda vuelta a Jair Bolsonaro por menos de dos puntos de diferencia. En pocas horas, su victoria había sido reconocida por numerosos gobiernos, desde Estados Unidos a Francia, Alemania y España. La prensa del mundo cuestionaba la negativa de Bolsonaro a admitir públicamente su derrota y algunos comparaban ese gesto con la actitud de Cristina Kirchner cuando en 2015 eludió transmitir a Mauricio Macri los atributos de la presidencia. La actitud de Juez se ladeaba en ese sentido, pero el consejo de sus aliados y el coaching de algún experto lo reprogramaron. Siguió negándose a admitir su derrota, pero dejó de lado la agresividad y se refugió en el más razonable argumento de “contar hasta el último voto”, aunque comentó ante periodistas: “Ya está, no tengo ninguna esperanza de que pueda revertir la elección”.

LA PRIMARIA MAS PELEADA

A esta altura, con un oficialismo que librará una PASO de fantasía entre Massa y Grabois y un Javier Milei que no tiene contrincantes en La Libertad Avanza, la única primaria verdaderamente competitiva es la de Juntos por el Cambio. Allí se manifiesta no únicamente una batalla de egos –que por cierto está presente- sino divergencias que por ahora se pintan como diferencias sobre “el cómo” del cambio que promete la razón social, pero que en rigor van más allá de eso.

Sobre el cómo que lo diferencia de Patricia Bullrich habló Larreta esta semana y dijo que ella se enfoca en la demonización del adversario, el lenguaje agresivo, “antinomias, peleas, el que no piensa como yo es el enemigo, hay que matarlo, que el gobierno que venga tiene que empezar de cero…Ese modelo fracasó. Es lo que intentó Mauricio Macri. Yo propongo otra cosa. Propongo construir una nueva mayoría, para poder hacer cambios que se mantengan en el tiempo”.

En su réplica, Bullrich paradójicamente confirmó el juicio de su contrincante: lo definió, entre otros requiebros como “ventajero y oportunista”.

Larreta está procurando mostrar que la primaria de Juntos por el Cambio, además de su puja con la Bullrich, incluye como bonus-track evadir a la coalición de la sombra de Macri, que renunció a ser candidato pero participa activamente en el bando de los halcones y busca ser el gran influencer de la derecha.

Todavía faltan seis semanas hasta las PASO. Hay tiempo para que lo que hoy se viste de “cómo” termine convirtiéndose en “qué”.

Jorge Raventos

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