Miércoles, 08 Enero 2020 21:00

Cuatro semanas - Por Sergio Crivelli

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Marchas y contramarchas, un sistema de decisiones difuso y condicionamientos internos y externos fueron las características de las primeras cuatro semanas de la gestión Fernández.

En tan corto lapso el flamante jefe de Estado comenzó a recibir críticas y a desgastarse, porque difícilmente haya un período de gracia para un político que tiene que tacklear una situación económica compleja en medio de la incertidumbre sobre dónde está el poder.

En realidad, la situación era compleja; ya no lo es. Se agravó hasta volverse crítica por la desconfianza que generó la vuelta del kirchnerismo al poder con apenas una fina capa de maquillaje que se derrite con el paso de las horas. Ese retorno fue un factor decisivo de la escalada del dólar, las remarcaciones y el "wait and see" en materia de inversiones. Nada atribuible directamente a Fernández, pero él es quien debe lidiar con las consecuencias.

¿Cómo lo hace? Con un estrecho margen de maniobra que ratifica expectativas poco alentadoras. Hay casos muy ilustrativos; por ejemplo, el de la marcha atrás con el aumento de las naftas. No se trata de inexperiencia como la atribuida inicialmente a Mauricio Macri. Fernández fue jefe de gabinete de Néstor y Cristina Kirchner. Conoce la botonera de Balcarce 50. Tampoco de falta de tiempo, porque desde el 11 de agosto sabía que sería presidente.

Lo sucedido debe ser atribuido al nuevo sistema de decisiones presidencial al que también llaman doble comando. YPF es en ese sentido el escenario perfecto. El presidente es Guillermo Nielsen, un economista aceptado por el "establishment", pero con marca a presión del camporismo.

Otro ejemplo. El impuesto al dólar ahorro iba a ser del 20%, de acuerdo con lo anunciado por Santiago Cafiero. Terminó en 30%. Cafiero, muy locuaz con la prensa en los primeros días de gestión, bajó verticalmente el perfil.

Otro ejemplo. El asilo de Evo Morales. Primero le dijeron que no podía hacer política desde la Argentina, ahora aceptan que diga y haga lo que quiera, mientras el Departamento de Estado brama de manera audible.

El caso de la política exterior es el más conmovedor. Maduro proscribió con el uso de la fuerza a la oposición parlamentaria y Argentina dijo que es "inaceptable". No condenó, no repudió. El Grupo de Lima calificó al chavismo de régimen dictatorial. Argentina no firmó el comunicado, pero tampoco se fue del grupo. No importó; fue dejada a un costado. Acá no hubo contramarcha. Está todo clarísimo: un silencio que representa un apoyo tácito. Ayer Felipe Solá le quitó las credenciales a la embajadora designada por Juan Guaidó.

En este marco Fernández pretende el apoyo del FMI para no mandar al país al default. Una pretensión razonable. Pero ese apoyo debe ser bendecido por Trump que ya dijo de varios modos que no quiere filochavismo en Argentina. Es probable que la próxima vez que reciba un llamado de Fernández Georgieva se lo recuerde.

Como parece obvio Fernández es consciente de su incómoda posición, pero como dijo alguna vez el poeta alemán Gottfried Benn, ante una situación insostenible resolvió "practicar deliberadamente la esquizofrenia". La incógnita es por cuánto tiempo lo hará y si la estrategia dará resultado.

Sergio Crivelli
Twitter: @CrivelliSergio

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