El miércoles ante medio millar de los empresarios más poderosos del país Alberto Fernández mostró su enojo por la alta inflación que atribuyó a la remarcación y amenazó con ser "implacable e inflexible". El reproche ganó la tapa de los diarios en los que no tuvo igual despliegue la reacción de los amonestados. En los corrillos los hombres de negocios no ocultaban su decepción por el paso de los tres primeros meses de gestión del presidente sin un plan para la salir de la recesión que hunde todos los índices macro, aumenta la desconfianza, consolida la incertidumbre, paraliza las inversiones y la toma de personal y retroalimenta el parate.
Uno de esos empresarios sintetizó el humor imperante en una frase: el problema es la economía, pero cuando el presidente aborda el tema es para quejarse de la herencia. Si no, habla de otra cosa.
A esa descripción que todavía nadie se anima a expresar en voz alta habría que agregar que además de no hablar de economía el gobierno ha comenzado a abrir frentes de combate con el campo, la Iglesia y la Justicia que derivarán en movilizaciones y en el enrarecimiento del clima de apaciguamiento social del que disfrutó durante el verano.
En lo que Fernández se ha mostrado diligente es en el arreglo de la deuda, pero sin resultados. El viernes tras el encuentro del ministro Martín Guzmán con los bonistas se produjo una fuerte caída de los bonos y el riesgo país trepó por encima de los 2.500 puntos, el nivel más alto desde el tremendo impacto del triunfo peronista en las PASO.
Esa reacción negativa debe ser puesta en el contexto del tironeo con los acreedores, pero una propuesta no aceptable de Guzmán puede derivar en una prolongación de las negociaciones y hasta en un eventual default lo que profundizaría la recesión doméstica.
La fuente de mayor inquietud no debería ser, sin embargo, la marcha de la negociación con el FMI y los bonistas, sobre la que se sabe poco de manera oficial, sino aquello sobre lo que hay información oficial, por ejemplo, la marcha de la recaudación.
Una versión muy difundida en 2003 daba cuenta de que Néstor Kirchner tenía una terminal de la AFIP en su oficina y que todos los días consultaba prioritariamente la recaudación. Si Fernández sigue su ejemplo la semana última se debe haber llevado un gran disgusto con la de febrero que subió sólo un 42% respecto de igual mes del año anterior, es decir un 11% menos que la inflación.
La caída fue especialmente fuerte en el caso del IVA, 17 puntos, lo que no sólo refleja la magnitud del bajón del consumo, sino que presenta dos agravantes. Uno, que la baja es posterior al restablecimiento del IVA a los alimentos y que el IVA se coparticipa, por lo que las provincias, muchas de las cuales alcanzaron con Macri superávit fiscal, verán mermados sus ingresos.
El deterioro fiscal explica la presión recaudatoria sobre los productores rurales que detonó un nuevo conflicto y la vuelta de los tractores a las rutas. El aumento de las retenciones dará según todas las proyecciones un resultado magro, de la misma manera en que el restablecimiento del IVA no acercó más fondos a las arcas del Tesoro, pero es evidente que si el gobierno se arriesga al conflicto es por que juzga seria la situación fiscal.
Por su parte los gobernadores peronistas que se apresuraron a encolumnarse tras Alberto Fernández y Cristina Kirchner no pueden salir con tractores, pero si la situación se enrarece, ya disponen de argumentos para tomar distancia del gobierno.
Tampoco usarán tractores los obispos, pero la iniciativa oficial sobre el aborto volverá a generar un clima social de enfrentamiento que desviará la atención de la economía, pero que está lejos de beneficiar al gobierno. A estar con los primeros indicios recogidos en el Congreso, fomentará enfrentamientos dentro de los bloques oficialistas.
A este panorama de crispación en aumento se añade la ofensiva contra la Justicia por la liberación de ex funcionarios K presos por corrupción. Julio De Vido clamando venganza contra quienes lo procesaron y encarcelaron genera un costo político que paga Alberto Fernández. El asedio al radical Gerardo Morales, también. Lo decisivo, de todas maneras, es la inacción ante una crisis cuya solución es ya a los ojos de buena parte de la sociedad responsabilidad inexcusable del presidente.
Sergio Crivelli
Twitter: @CrivelliSergio