Anunció ayer un aumento de las jubilaciones mínimas y de los subsidios a los sectores más bajos de la pirámide social que es lisa y llanamente un reparto de plata entre su electorado más fiel. La enfermedad amenaza a toda la sociedad y a toda la economía, pero los más de 40 mil millones que costarán las medidas del gobierno van destinadas en su casi totalidad a ese sector.
Habrá un bono de 3 mil pesos para los jubilados de la mínima, de 3.100 para los que cobran la asignación universal por hijo y embarazo, de 3.000 para los que cobran los planes "salario social" y "hacemos futuro", más tarjetas alimentarias, fondos para pequeñas obras en municipios y postergación del pago de créditos. Esos no son "anabólicos" para reanimar la actividad, sino el clientelismo de siempre.
Para justificar esas medidas se alegó la necesidad de preservar a los más vulnerables. Por su parte el Presidente aseguró ayer que el déficit fiscal ya no era una preocupación prioritaria y que la idea era inyectar recursos a la economía. No lo dijo, pero quedaron en evidencia dos hechos. Uno, los recursos se inyectan siempre por el mismo lado; dos, con igual objetivo e idéntico pretexto podría haberse repuesto la movilidad jubilatoria a todos los jubilados.
No se hizo por razones electorales apenas camufladas detrás de la "discriminación positiva". Las iniciativas oficiales abusan del paródico argumento de los cerdos estalinistas que gobernaban en "Rebelión en la granja": todos somos iguales, pero hay algunos más iguales que otros.
Al margen de los argumentos, la razón de fondo es que el restablecimiento de la suspendida movilidad, más allá de su costo, habría beneficiado a la clase media, ese 41% que aun bajo malas condiciones económicas no vota ni votará peronismo. El castigo se repite para que quede claro.
Así como la crisis sanitaria no ha provocado ningún cambio de fondo en el rumbo del gobierno, tampoco lo hizo el nuevo escenario de crisis financiera mundial. Anteayer comenzó mostrar las cartas en el "póker" con los acreedores. No se justificaba el misterio; son las mismas de siempre. Consisten en un reperfilamiento de bonos en pesos y en un pedido de autorización en los Estados Unidos (SEC) para emitir deuda por 30 mil millones dólares. El canje de bonos es para no emitir pesos y el pedido de autorización a la SEC es para bicicletear la deuda en dólares.
Los especialistas hacen notar dos cosas: una, que Fernández intenta canjear bonos en pesos emitidos bajo su propia gestión, algunos hace 15 días. Dos, que lo hace con un riesgo país por encima los 3.500 puntos, un nivel similar al de la Argentina en default 15 años atrás.
La deuda en dólares es cerca de 70 mil millones y la autorización para emitir nueva, de menos de la mitad. Eso lleva a pensar en una oferta con fuerte quita. En síntesis, Fernández no cambia de rumbo a pesar de una crisis con caída de la actividad mundial, "commodities" para abajo y fuga de capitales. Haciendo lo de siempre, corre el riesgo de obtener el resultado de siempre.
Sergio Crivelli
Twitter: @CrivelliSergio