Opinión

No sé ustedes, pero yo tuve la suerte de crecer en la Avellaneda de los 60. Era la ciudad andrajosa del blues de Manal (“Vía muerta, calle con asfalto siempre destrozado…”), pero era también el corazón de la Argentina industrial todavía vital y progresista en serio (“Y los obreros, fumando impacientes, a su trabajo van…”). Un país cuyo mejor intento de dejar atrás la proscripción del peronismo había fracasado con el golpe de Estado contra Illia que en 1966 dio el Partido Militar con apoyo del general Perón y la burocracia sindical justicialista.

Los cambios en Ganancias y el reintegro del IVA reducen la recaudación en $1 billón. La incertidumbre se apodera de la gente y ningún candidato ofrece certezas.

La espectacular victoria obtenida por el candidato de Juntos por el Cambio en la provincia de Santa Fe -con la particularidad de que fue más holgada de lo que todos esperaban- ha llenado de júbilo a Patricia Bullrich y, en general, al grueso de los miembros de esa coalición. Está bien que así sea, a condición de entender que la excelente performance de Maximiliano Pullaro, si bien permite ilusionarse con la posibilidad de una seguidilla de triunfos en las provincias de Chaco y Mendoza -algo que está en la cabeza y los planes de los estrategas de campaña cambiemitas- no admite, en cambio, extrapolar votos que son estrictamente de carácter provincial al ámbito nacional.

La grieta argentina es más profunda y de otro tipo: enfrenta a un supuesto pueblo contra un supuesto antipueblo, uno y otro con su derecha y su izquierda.

Elecciones: lo ocurrido hasta ahora configura un sistema político con características innovadoras, por las autoridades que están siendo designadas y por los estilos de liderazgo que la sociedad parece reclamar

La Argentina tiene con el nacionalismo idiota una cuestión con la que tropieza casi a diario. Muchas veces parecería que no hay tema que se salve de ser pasado por ese tamiz. A tal punto que no son pocos los que, antes de emitir una opinión públicamente, verifican si la misma supera la prueba ácida del nacionalismo, porque si no la superan muchos podrían considerar que es mejor callar.

“Tiene que haber tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario”, decía Willy Brandt en 1958, cuando era alcalde de un Berlín dividido y que aún luchaba por resurgir después de la derrota de la Alemania nazi. Brandt tuvo una carrera política exitosa que coronó como canciller alemán entre 1969 y 1974, y mucho tuvo que ver en el desarrollo de uno de los países que pasó de la destrucción total a ser una potencia mundial, además de ser reconocido con el Premio Nobel de la Paz.

Las noticias y los textos que acompañan las imágenes divulgadas por los líderes supuestamente más exitosos desde el punto de vista de sus chances electorales se asemejan bastante a algunos vientos huracanados que se llevan todo a su paso.

Javier Milei, candidato a Presidente de La Libertad Avanza, ha manifestado que la economista Diana Mondino, quien a la vez es candidata a diputada nacional, será su ministra de Relaciones Exteriores en caso de ganar las elecciones. Mondino, en una reciente declaración periodística a un medio británico, planteó un giro copernicano de la política exterior argentina en su lucha por la soberanía de las Islas Malvinas que es a todas luces inaceptable para el pueblo argentino.

Más allá de quien sea el ganador de la contienda electoral, a partir del 10 de diciembre comienza una difícil tarea para el mundo de la política que será la construcción de gobernabilidad. La mirada está puesta en el Congreso y más específicamente en la Cámara de Diputados.

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