Opinión

La ciudadanía votó el domingo pasado con una contundencia que asombra. Se trata de un acontecimiento que, entre otras causas, toca de lleno en la crisis de representación de las democracias occidentales.

Milei elige los ministros que necesita para la etapa transicional tanto por negociación política como por sus habilidades. En el proceso, trata de crecer y de aprender sobre la marcha.

Llegados a esta instancia, es mucho menos importante repasar lo que ocurrió el domingo que analizar con cuidado qué puede suceder de aquí en adelante. De lo pasado, hace apenas horas es del caso apuntar algo a lo cual habíamos hecho especial referencia semanas atrás: si el comando de campaña de La Libertad Avanza lograba vertebrar una fiscalización exitosa -contando con la inestimable ayuda de la estructura macrista- llevaba todas las de ganar. Ello era lo previsible en atención al hecho de que votaría a Javier Milei el grueso de quienes lo habían hecho por Patricia Bullrich y Juan Schiaretti el 22 de octubre.

Empresas protegidas, sindicatos privilegiados, militantes subsidiados: cada golpe de motosierra provocará una reacción corporativa. El presidente electo tendrá que mostrar dotes de político y estadista para responder a las demandas y expectativas que cosechó.

El electorado argentino no solo decidió que hubiera un cambio en el rumbo del país, sino que también decidió poner a la Argentina en un laboratorio político. El sistema entra en su etapa de mayor fragmentación desde 1983.

El domingo 19 de noviembre se consumó en las urnas del balotaje un capítulo relevante de la reconfiguración del sistema político. Ese proceso, que venía desplegándose en los últimos años bajo la forma de la disgregación de las coaliciones y del ocaso de los principales liderazgos, se precipitó con el triunfo del candidato de La Libertad Avanza sobre el peronismo y la previa derrota (y posterior ruptura) de Juntos por el Cambio.

Javier Milei será el nuevo presidente de los argentinos. Su victoria electoral fue contundente y en algún punto sorpresiva. Se esperaba una diferencia de dos o tres puntos, pero la diferencia a la hora del escrutinio estuvo cerca de los doce puntos. El escrutinio concluyó a las 18 y antes de las 20 los resultados ya estaban en la calle. Nobleza obliga: la elección fue limpia y el discurso de Sergio Massa aceptando la derrota fue impecable.

Confesamos nuestra sorpresa y regocijo por el triunfo de los principios sostenidos por John Stuart Mill, uno de los padres de la filosofía que describió el valor de ser libres en el seno de una sociedad.

La medida dispuesta por el entonces presidente Arturo H. Illia causaría un profundo daño en la reputación del país, y determinaría una importante caída en el nivel de inversión extranjera

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