Opinión

Patricia Bullrich y Javier Milei son dos dirigentes muy distintos pero complementarios

Se habló hasta el cansancio del hartazgo del electorado con los políticos. Pues bien, ese hartazgo se expresó. El capítulo decisivo aún no se ha escrito, pero los posibles desenlaces tienen nombre y apellido.

Algunos líderes políticos cultivan el arte de la jactancia con admirable disciplina. Su enunciado estándar suele arrancar con “no me equivoqué cuando dije…”, giro apenas atemperado en ocasiones con el uso de una monárquica primera persona del plural. “No nos equivocamos cuando dijimos que si se hacía tal cosa pasaría lo que ahora está pasando”. En el repertorio de Alberto Fernández, por ejemplo, el molde se alterna con otras combinaciones gramaticales igualmente destinadas a felicitarse, en la actualidad su actividad más exigida.

El voto popular, quizás, esté sustituyendo una pesadilla por otra, que lo será también para muchos de los votantes del propio Milei.

Hoy el padre de Mafalda tendría un empleo precario, la madre estaría trabajando en el servicio doméstico y la familia entera haría ingentes esfuerzos para mantenerse a flote; sus hijos irían a la escuela, pero no todos terminarían el secundario. Y tratarían de evitar que Mafalda quedara embarazada tempranamente y que el hermanito se metiera en la droga. Vivirían en un barrio donde se teme salir a la calle por la atroz inseguridad, y donde probablemente habría un supermercado chino: Manolito trabajaría allí.

El domingo 13 (13/8/2023) llegan las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, PASO. El resultado es impredecible ya que las encuestas no son creíbles. El condicional como tiempo de verbo es inevitable. Barajando posibles y variadas teorías, las probabilidades son muchas.

“El destino, que es ciego a las culpas, suele ser despiadado con las mínimas distracciones”. 
- Jorge Luis Borges

No importa desde qué lado de la grieta se lo mire, el año 2001 marcó un antes y un después en la política argentina. La caída de la Convertibilidad y el derrocamiento de De la Rúa configuraron una nueva era. En la anterior, el Partido Justicialista y la Unión Cívica Radical habían sido los protagonistas de un sistema bipartidario que definía y distribuía las opciones de poder. En la que siguió a aquel diciembre sangriento, tomaron su relevo el kirchnerismo y el PRO, dos novedades que subordinaron a los dos grandes contendientes dentro de esquemas y alianzas impensables pocos años antes.

Reclamar por la muerte de la pequeña Morena Domínguez es un acto humanitario de justicia. Poner en el mismo nivel la muerte de Facundo Molares, es un acto miserable de manipulación política.

En las últimas horas del próximo domingo tendremos una radiografía seria y cierta de dónde está parado electoralmente nuestro país. Sabremos, sin lugar a dudas, cual es la musculatura real de cada uno de los candidatos que anhelan sentarse en el sillón de Rivadavia a mediados de diciembre. Podremos evaluar qué encuestas merecen ser tenidas en cuenta de cara a los comicios generales del mes de octubre y cuáles se habrán hecho acreedoras a una deshonrosa jubilación.

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