Opinión

No me gustan los escraches y los escrachadores. Y no lo digo para posar de moderado o hacerme el buenito. Lo dije siempre, desde que los señoritos K decidieron iniciar esta faena considerada patriótica y revolucionaria.

Quieren los beneficios, pero no pagar los costos de arreglar el destrozo que dejó el kirchnerismo.

Los conflictos internos opacan los éxitos en el exterior de un Gobierno demasiado prescindente. Un déjà vu sindical.

La media sanción en el Senado del proyecto anti-despidos es la primera derrota política relevante del gobierno de Cambiemos en el Congreso.

En un  ensayo publicado en 1991 -“El asedio a la modernidad” (Editorial Sudamericana)- Juan José Sebreli hizo una acertada crítica a ciertas ideas predominantes en nuestra sociedad que suponen el abandono de los ideales de racionalidad, progreso y modernidad de la Ilustración. Los acontecimientos políticos de los últimos días son una prueba elocuente de lo arraigado que están esos viejos paradigmas.

El gobierno no es un nucleador de masas y no presume de eso. Quizás, si lo fuera, se respaldaría más en los apoyos de las bases. Como las masas están ausentes le queda hacer buena tarea política por derecha y por izquierda y conseguir acuerdos imprescindibles de gobernabilidad.

Hay, en la opinión pública, la sensación que la supuesta reacción de la Justicia Federal, en las causas de corrupción, son nada más que una actuación ante la creciente demanda de terminar con la impunidad.

El hoy poco recordado Saúl Ubaldini fue la cabeza visible del así llamado -en la vieja jerga peronista- “Movimiento Obrero Organizado”, que enderezó, a expensas del gobierno de Raúl Alfonsín, trece paros generales entre 1983 y 1989. Por supuesto que lidiar en contra de la CGT representó, para el radicalismo de entonces, uno de sus mayores problemas.

¿Qué responder si un extranjero pregunta qué concepto nos merece el gobierno de Macri? La primera tentación a eludir sería la de encasillarnos en las categorías de derecha o izquierda, porque ellas no alcanzan a explicar los dilemas de la política nacional. Y cuando las categorías no encajan en la realidad, lo mejor es dejarlas de lado.

"Después, ¿qué importa el después? Toda mi vida es el ayer que me detiene en el pasado".  - Homero Expósito

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